2006/03/13

De película... Otros análisis

A la luz del filme “Brokeback Mountain”, crece el debate sobre los matrimonios de “orientación mixta”. Es un fenómeno social que afecta a 2 millones de norteamericanas que alguna vez estuvieron casadas con hombres que tienen sexo con otros hombres. Las parejas encuentran las soluciones más diversas según su propia elección.
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Por Katy Butler

Había pasado una hora de la película “Brokeback Mountain” cuando Amy Jo Remmele se largó a llorar. Y no sólo por la mujer que veía en la pantalla, parada en la puerta de una casa de Riverton, Wyoming, mientras miraba cómo su marido abrazaba a un hombre. “Aunque nunca vi a mi marido con otro hombre, sabía exactamente cómo se sentía esa mujer”, dijo Remmele, una terapeuta de vías respiratorias de Minnesota.
El 1 de junio de 2000, Remmele, que por entonces tenía 31 años, descubrió el perfil de su marido en el sitio web gay.com. La pareja se quedó despierta toda la noche hablando y llorando. Al poco tiempo, 10 días antes de que ella diera a luz a su segundo hijo, el marido de Remmele se fue a pasar un par de noches con su nuevo novio. “Intenté persuadirlo de que no lo hiciera, pero se fue de todas maneras”, dijo Remmele. “Me sentía devastada”. Tres meses después, la pareja se divorció.
Remmele es una de los aproximadamente 1,7 a 3,4 millones de mujeres norteamericanas que alguna vez estuvieron casadas con hombres que tienen sexo con otros hombres. La estimación surge de “La organización social de la sexualidad”, un estudio de 1990, que determinó que el 3,9% de los hombres norteamericanos que alguna vez estuvieron casados habían tenido sexo con un hombre en los cinco años anteriores. El autor, Edward Laumann, un sociólogo de la Universidad de Chicago, estima que entre el 2 y el 4% de las mujeres norteamericanas que alguna vez estuvieron casadas habían formado parte de lo que hoy se conocen como matrimonios de orientación mixta.
Si bien es imposible contar con números precisos, entre 10.000 y 20.000 esposas en matrimonios de este tipo se contactaron online con grupos de apoyo. Por otra parte, estas mujeres tienen, cada vez con más frecuencia, veintipico y treinta y pico de años. En términos generales, no se trata de matrimonios por conveniencia o esfuerzos cínicos por encubrir la verdadera historia. Los hombres homosexuales y bisexuales siguen casándose por razones complejas, impulsados no sólo por la discriminación, sino también por las ambigüedades del amor sexual y por un afecto auténtico.
“Estos hombres aman genuinamente a sus esposas”, dice Joe Kort, un trabajador social de Royal Oak, Michigan, que aconsejó a cientos de hombres gays casados. Muchos, dice, se consideraban heterosexuales con impulsos homosexuales que aspiraban a confinar a la fantasía privada. “Se enamoran de sus esposas, tienen hijos y, después de unos siete años, empieza a surgir su identidad homosexual”, dice Kort. “No tienen intenciones de causar daño”.
Helen Fisher, una antropóloga de la Rutgers University, dijo en una entrevista que las relaciones humanas están formadas por tres sistemas neuroquímicos independientes, responsables respectivamente de la atracción sexual, el impulso romántico y el compromiso a largo plazo. “Los tres sistemas son muy antojadizos. Pueden actuar en conjunto o por separado”, dice la Dra. Fisher. Esto ayuda a explicar por qué la gente se puede sentir sexualmente atraída por aquellos en quienes no tiene un interés romántico y románticamente atraída por gente que no le provoca ningún interés sexual.
“Una vez que se dispara el mecanismo, es tan poderoso químicamente que hasta la gente heterosexual termina enamorándose de gente con la que nunca podría convivir”, dice.
Esto no le sirve de consuelo a las mujeres que pierden no sólo a los hombres que aman, sino también la fe en cómo procesar la realidad. “Muchas mujeres se sienten utilizadas como pantalla, pero yo sé, íntimamente, que él me amaba”, dice Remmele. “No se puede fingir la manera en que me miraba. Nunca tuve ninguna sospecha. Tiene un aspecto muy masculino”.
Kort, sin embargo, dice que las mujeres deberían prestar más atención y mirar mejor. “La gente heterosexual rara vez se casa con gente homosexual por accidente”, escribió en un caso de estudio de un matrimonio de orientación mixta publicado en septiembre en la revista “Psychotherapy Networker”. Algunas mujeres, dice Kort, encuentran que los hombres homosexuales son menos prejuiciosos y más flexibles, mientras que otras inconscientemente buscan parejas que no sean sexualmente apasionadas.
Este tipo de especulaciones enfureció a Michele Weiner-Davis, terapeuta de pareja y escritora. “Es puro palabrerío”, dijo. “Mucha gente homosexual no sabe que es homosexual. ¿Cómo se supone que sus parejas tengan algún tipo de radar?” En los meses posteriores a su descubrimiento, Remmele cuenta que su marido la dejó sola con el bebé muchas noches mientras exploraba deseos que nunca se había atrevido a admitir.
Al principio, Remmele no se lo dijo a nadie. “Vivimos en una pequeña comunidad rural y aquí la gente no es abierta con los gays”, dice. “No quería que se burlaran de él”. Aproximadamente las dos terceras partes de las mujeres que se ponen en contacto con la Red Internacional de Esposas Heterosexuales de El Cerrito, California, finalmente se divorcian, dice Amity Pierce Buxton, 77, una administradora de escuela jubilada que fundó el grupo en 1992 y estuvo investigando el tema desde 1986.
A pesar de su asombro y su furia, se cree que muchas mujeres, especialmente las criticadas por los maridos homosexuales por ser demasiado exigentes a nivel sexual, entienden qué es lo que no funcionaba bien. La tercera parte restante intenta preservar sus matrimonios, dice la Dra. Buxton. La mitad de ellas siguen casadas unos tres años o más. Más de 600 parejas de este tipo participan en grupos de apoyo online.
En un estudio de 2001, publicado por The Journal of Bisexuality, de 137 hombres gay y bisexuales casados y sus esposas, la Dra. Buxton determinó que la mayoría vivía en suburbios y ciudades medianas y habían estado casados entre 11 y 30 años. Sólo porcentaje pequeños vivían en zonas rurales, donde la privacidad familiar puede ser más difícil de sostener. La supervivencia, aunque sea de una pequeña minoría, de estos matrimonios pone en tela de juicio las cajas conceptuales en las que se suele colocar a las parejas humanas, sus afectos, su atracción, el compromiso y la sexualidad. Describir sus combinaciones resulta mucho más complicado que colocarle a una caja la etiqueta gay, bisexual o heterosexual.
Una mujer de más de 50 años dijo que ella y su marido formalmente se divorciaron cuando ella descubrió su vida sexual secreta hace siete años, pero que rápidamente decidieron quedarse juntos. Ella tiene una relación sexual monógama satisfactoria con él, mientras que él también tiene sexo con hombres. “El intentó volver al placard, pero cuanto más investigué sobre el tema, más me di cuenta de que esto es una parte integral de la persona”, dice. “No se puede apagar como una lamparita de luz. Mi marido es el hombre de mis sueños y no podría enfrentar el resto de mi vida con el hombre de mis sueños si se sienta miserable y culposo por ser gay”.
Paulette Cormack, una maestra que vive en Napa, California, estuvo casada con su marido, Jerry durante 34 años. La señora Cormack supo que si bien ella y su marido eran sexualmente activos entre sí, los deseos eróticos de él se concentraban casi exclusivamente en hombres. “No es fácil, pero yo realmente lo amo”, dice Cormack. Jerry Cormack hoy está en pareja con otro hombre gay casado y la señora Cormack tuvo relaciones extramatrimoniales. “¿Qué es la intimidad?”, se pregunta Jerry, después de ver “Brokeback Mountain” con otras personas en situaciones similares. Y agregó: “Estoy totalmente comprometido con Paulette, en todo sentido. Y eso, para mí, es una expresión de amor más fuerte que tener sexo anónimo con un hombre”.

© The New York Times
12.03.2006 Clarín.com Conexiones
Traducción de Claudia Martínez.

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